
El jueves pasado empezó mi vida profesional como profesor de matemáticas en una academia. La academia en sí no es de matemáticas, sino que es una fábrica de bomberitos, de esos que apagan fuegos y bajan gatos de los árboles, por lo que cuando me presentaron el tema de matemáticas que debería explicar me pareció muy accesible.
Pasados unos días de preparación en la casa de la Santa Inquisición de Alcantarilla, bueno, en realidad sólo uno, y refrescados todos mis conocimientos matemáticos, llegó el día, allá vamos.
La toma de contacto fue buena, ya que antes de empezar a dar clase, estaban corrigiendo un examen, así que me dio tiempo a observar un poco a la gente y el funcionamiento de la academia. Cuando me llegó el momento estaba un poquito nervioso, pero la verdad es que una vez entrados en materia, los nervios se van evaporando y poco a poco fui cogiendo soltura, ser profesor mola.
El caso es que te das cuenta de muchas cosas, como que el tiempo pasa mucho más rápido cuando eres tú el que da la chapa a la peña que cuando hay alguien adoctrinándote a ti, o lo molesto que es cuando intentas explicar algo y hay gente hablando, aunque en general, el comportamiento de los alumnos mola. Supongo que el que sean opositores a bomberos, de una media de 25-30 años ayuda, no quiero ni imaginarme como debe ser dar clase a 30 niños de 4º de la ESO, pero dar clase a estos es en ocasiones hasta divertido.
Es una lástima que el trabajo vaya a ser tan fugaz, ya que el temario de la oposición es muy amplio, y de matemáticas sólo hay uno, por lo que trabajaré unas 3 o 4 semanas a lo sumo, con dos clases cada jueves (una al grupo de las mañanas y otra al grupo de las tardes), pero la experiencia me está gustando, os iré informando de mis peripecias como profesor.
Un beso a todos!