12.1.09

Los amos del Mundo, Arturo Pérez Reverte

El día 15 de noviembre de 1998, el escritor Arturo Pérez Reverte escribía el siguiente artículo, leedlo, porque no tiene desperdicio.
Lo más triste de esto, es que todavía hay que escuchar a gente diciendo que Zapatero es el responsable de toda esta crisis, ainsss.




Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted
no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos
de la gran puta tienen en las manos, en la agenda
electrónica, en la tecla antro del computador, su futuro y
el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son
ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres
punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero
cuatro.Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque
es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos
estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al
revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de
Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital
management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos
multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico
salvaje, como quien comenta el partido del domingo. Usted no
los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que
circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de
dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni
siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas
con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen
rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones
de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de
otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo.
Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden
ellos, cuando pierden. No crean riqueza, sino que especulan.
Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía
financiera que nada tienen que ver con la economía
productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con
espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden
el culo por darles coba y subirse al carro.Esto no puede
fallar, dicen.
Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo.
Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas
financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas
de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco
transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos
helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el
consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos,
se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un
tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a
forrar aún más a todos ellos y a sus representados.Y en
cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando
más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses
de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los
días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver
con la economía real, con la vida de cada día de la gente
en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y
hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas
de divisas. Y esto, señores, es Jauja. Y de pronto resulta
que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos,
y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente
eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se
va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales,
peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía
mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh,
prodigio!, mientras que los beneficios eran para los
tiburones que controlaban el cotarro y para los que
especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas,
no. Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los
errores de esos pijolandios que juegan con la economía
internacional como si jugaran al Monopoly, recaen
directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces
resulta que mientras el beneficio era privado, los errores
son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas,
acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de
salvación para evitar efectos dominó y chichis de la
Bernarda.. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la
estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus
ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez
Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones
de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se
levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la
vida. Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro
de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán
fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que
juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena. Así que podemos ir
amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos
de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto
neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta
especulación y de tanta poca vergüenza.